ZUMBIDOS




Imaginémonos que somos habitantes de yo que se Afganistán, Irak, Yemen, Somalia o cualquier otro país de la zona. El sol abrasador nos castiga todos los días con su presencia y en cuando falta el frío más intenso se abate sobre nuestros cuerpos. Los campos secos, yermos, muertos por la falta de cuidados y agua. Las plantaciones de adormidera son las únicas manchas de color que destacan sobre el fondo marronaceo de la tierra reseca, grupos de aves hambrientas sobrevuelan el cielo, escrutando una presa. Nos sentamos a descansar en una piedra y nos ponemos a imaginar en un ejercicio de salud mental.


Cerramos los ojos por un instante y nos imaginémonos tumbados en el campo. Es un campo extraño para nosotros. No sabemos como pero sabemos que es una tarde de primavera, el sol ya empieza a declinar y el cielo aunque muy tenuemente empieza a oscurecerse por oriente, proporcionándonos un agradable frescor. Florecillas blancas, amarillas, azules, salpican aquí y allá el verde de los prados. Bandadas de pájaros cruzan el cielo, y el zumbido de los insectos nos proporciona un fondo sonoro que nos lleva a la modorra. Estamos felices y relajados, nuestra mente esta relajada y tranquila y solo pensamientos huidizos la cruzan velozmente sin asentarse en ella, sentimos que si eso no es la felicidad absoluta esta muy cerca de serlo.

Pero de pronto el zumbido empieza a crecer, cada vez más alto, mas molesto, mas intenso. Un sexto sentido, nos hace abrir los ojos, el sueño se esfuma de repente de nuestra mente y nuestros sentidos alerta, buscan el origen del ruido. Imaginando cual es su fuente, miramos el cielo ansiosos, al principio no vemos nada, nos cuesta divisarlo, pero al final lo vemos, es un punto en el cielo, que rápidamente se dirige hacia donde estamos. Cuando esta lo suficientemente cerca vemos su color negro, su forma alargada, el diseño de sus alas, sus cámaras-ojos en el frontal. Sabemos que son, y sabemos lo que son capaces de hacer, la muerte que llevan bajo sus alas, lo hemos visto ya cientos de veces. Por seguridad empezamos a buscar refugio, no hemos hecho nada, solo pasábamos por allí pero nunca que se sabe que o a quien buscan esos pájaros metálicos.


Ahora imaginémonos que estamos a miles de Kilómetros de allí, aislados del mundo exterior por paredes recubierta de monitores y confortablemente sentados en un sillón, en una oficina dotada de aire acondicionado, somos un joven soldado que mira en la pantalla que tiene enfrente suyo las imágenes que le envían en directo las cámaras que monta su ”drone”. No sabemos donde esta nuestro juguete y en el fondo nos da igual, tenemos un deber que cumplir, proteger a nuestro país, y esa es nuestra meta. Vemos a un tipo que huye que se esconde, sospechoso pensamos y con un simple toque a una palanca que esta al lado de nuestra mano, la cámara enfoca y acerca a la persona que ahora se nos muestra nítidamente en la pantalla. Vemos sus ojos aterrados, mirándonos, vemos como desesperadamente intenta huir, podríamos dejarle vivir, total no es nadie, nadie le busca y nadie le reclama, solo es una imagen en una pantalla. Podríamos si, pero no lo vamos a hacer. Sin pensar, automáticamente apretamos el botón que tenemos frente a nosotros, por la pantalla vemos como el misil se acerca al hombre que desaparece en medio de una explosión. Hacemos una marca en nuestro lado de la plantilla, ya estamos a la par con el cabo, esta semana no perderemos la apuesta pensamos, mientras ordenamos a nuestro “drone” que vuelva a la base.

Todo lo anterior, no es solo un producto de nuestra imaginación, ocurre todos los días decenas de veces en multitud de lugares, desde que los “drones” entraron en escena los ataques por medio de estos aparatos se han triplicado cada año con respecto al anterior. Estos aparatos que todos los ejércitos del mundo sueñan poseer, han cambiado el significado de la guerra y sus efectos. Ahora ya no es necesario sacrificar a nuestros muchachos, ya no es necesario que mueran o queden mutilados de por vida en nombre de algo tan etéreo y fútil como son la patria, la fe, los valores. Ya no, ahora mandamos unas maquinas que hagan el trabajo sucio por nosotros. Se acabaron los traumas de los combates, se acabo el no dormir al recordar los ojos de los que matamos cuando nos querían matar. Y encima es mucho mas barato, incomparablemente mas barato, no es que la carne de cañón sea cara, pero el desplegarlos, mantenerlos, curarlos cuando los hieren, hace de todo ello una factura inasumible en estos tiempos de crisis. Se acabo el sentimentalismo en la guerra. Era difícil pero se ha conseguido. Hemos conseguido lo que parecía imposible deshumanizar aún más la guerra y ante nosotros se abre un futuro más terrorífico si cabe, ya que estos “drones” solo son la primera generación de robots de combate.

Felicidades a todos.

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