JENOFONTE
Normalmente lo primero que se
piensa, yo por lo menos, al oír la
palabra Anábasis es en una enfermedad, algún tipo de virus estomacal, o
parasito intestinal que hace que no todas tus digestiones sean agradables o que
al comer algún alimento en concreto acabes con el cuerpo lleno de granos y
sarpullidos.
Pero no, la Anábasis es una
historia, una epopeya escrita hace la friolera de dos mil quinientos años por
Jenofonte un discípulo de Sócrates, filósofo, político, historiador y militar
de la época. En sus páginas nos
encontramos el deambular de una miríada , concretamente diez mil, de hombres por el inmenso territorio dominado
por los persas en aquel momento de la historia. En ella Jenofonte primero como
un integrante más del grupo y posteriormente como comandante del mismo nos narra
las aventuras y desventuras de este ejército en su vuelta al hogar una vez
finalizada la guerra entre Ciro quien les había contratado como mercenarios y
su hermano Artajerjes concluida con la
derrota y muerte del joven Ciro. De este modo estos hombres deben volver a casa
desde la antigua Babilonia, en lo que hoy es el sur de Irak hasta llegar a alguna colonia griega. Para
ello deberán atravesar todo el imperio Persa, atravesando lo que hoy es Siria y el Kurdistán hasta
llegar a Armenia para acabar su viaje en al actual puerto de Trabzone en la
costa turca en el mar negro. En su viaje de dos mil kilómetros, sufren los ataques de sus enemigos persas,
padecen hambruna o enferman al comer una miel venenosa debido a las flores de
las que las abejas liban su miel, al igual que deben soportar los rigores del clima desde el
calor de los desiertos, al frío de las montañas armenias y se amoldan a las
distintas costumbres con las que se encuentran en su camino para poder sobrevivir.
Al final los supervivientes de esta odisea gritan alborozados al ver el mar y sacrifican
bueyes a los dioses para darles las gracias por permitirles llegar con vida al
final de ese viaje.
En su época, esta aventura se
recitaba en público. Un bardo y un fuego comunal es lo único que se necesitaba.
Eso y un publico entregado que jaleaba a los protagonistas, que padecía y
sufría con ellos, ya que los protagonistas eran sus padres, sus vecinos, sus
conocidos y a lo más sus abuelos y coincidía además que sus referencias espacio
temporales eran las mismas que las de los oyentes. Actualmente Jenofonte y su
expedición de los 10000 no es más que un libro que hace referencia a unos
hechos ocurridos en un pasado remoto y las aventuras de estos hombres sirven
para educarnos en lenguas clásicas, aprender algo de filosofía y pasar un buen
rato. En definitiva, algo que no tiene relación con nuestra realidad y nuestro día a día.
Sin embargo y curiosamente ¿quien dijo aquello de que la historia
siempre se repite dos veces una vez como
drama y la siguiente como farsa? , en estos tiempos convulsos en los que
vivimos, hay otras 10000 personas que vagan sin rumbo por una tierra extraña
esperando sobrevivir y poder ellos también gritar Thalassa, Thalassa al
llegar el mar. Me estoy refiriendo a los 10000, si diez mil, niños sirios,
iraquíes, kurdos, libaneses, afganos a los que la agencia europea de los
refugiados les ha perdido el rastro. Diez mil crios que deambulan solos por el
corazón de Europa, separados de sus padres, de su familia, sufriendo los
rigores invernales, que padecen hambre, que padecen los ataques de traficantes
de seres humanos que venden sus cuerpos al mejor postor, que aguantan el
desprecio y los insultos de los bienpensantes, de la gente de comunión diaria y
recto proceder, que son hostigados por descerebrados que simplemente por haber nacido en un lugar privilegiado por la historia se
considera mejor que otras. Que son vilipendiados por “personas” que considera
que el color claro de la piel es un indicativo de superioridad. Cuyas vidas quieren
ser organizadas y clasificadas, cual mariposas por un entomólogo, por otra gente que desde despachos
enmoquetados, a doscientos metros de alto sobre el asfalto, y frente a un café
caliente, se considera capacita para tal desatino, como si fuera posible
reducir a una tabla Excel la vida de los desheredados, de los que huyen de la
guerra, de los bombardeos, de las ciudades sitiadas y destrozadas. La ilusión
de personas que huyen de la sinrazón y la locura, personas cuyas vidas dependen
de otra gente que antepone un calculo estadístico a uno renal. Estos diez mil
niños y niñas están en nuestros campos, en nuestras ciudades, vagando por
nuestras estaciones y descampados y sin embargo a efectos prácticos no existen,
no están. Habitan en una no-Europa, quizás en un universo paralelo, en una
realidad igual a la nuestra pero en otro
espacio-tiempo. Solo falta que alguno de esos niños crezca, sobreviva para que
en un futuro próximo podamos leer, bueno en estos tiempos tecnológicos y
solitarios deberíamos decir más bien, podamos ver
por medio de una serie de televisión, las aventuras y desventuras de
estos pequeños. Y no, no será en comunidad, será en la soledad de nuestros
salones donde delante de una pizza margarita, nos indignaran, nos sacaran puede
que una sonrisa, nos harán sentir incómodos pero tampoco mucho con lo que se
muestra en la pantalla y será justo en ese momentos preciso cuando podremos
decir sin temor a equivocarnos que efectivamente la anábasis es una enfermedad, pero que en lugar de afectar al aparato
digestivo, afecta a nuestra conciencia.
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